Historia

Cuenta una leyenda popular que el apóstol Santiago echó una maldición sobre la tierra de Galicia para que no diese más vino. A pesar de eso, Galicia es hoy una tierra con un rico patrimonio vinícola. La orientación, el suelo y el clima privilegiado de los valles fluviales gallegos favorecieron la creación de los paisajes por los labradores que empezaron a roturar el monte y las tierras baldías para plantar y cultivar viñas.

Creación de los paisajes. Expansión

El lagar rupestre en el Castro de Santa Lucía de Astariz (Castrelo de Miño) sitúa el cultivo de la vid en Galicia por lo menos en el siglo III d. C. Con todo, no fue hasta la Edad Media cuando el paisaje empezó a cambiar con la llegada a Galicia en el siglo X de las primeras órdenes monásticas, impulsoras de la producción de vino. Mediante los foros, los labradores trabajaron las tierras de los monasterios a cambio de una renta, generalmente en especie, con el deber de ganar nuevos terrenos para dedicarlos a la vid.

Paisaje
Paisaje
Paisaje
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Vino y más vino

Desde las primeros paisajes del vino en los valles del Miño y Sil, el cultivo se extendió por otros valles interiores (Támega, Monterrei) y litorales (Ulla, Lérez, Mariñas coruñesas y lucenses), en un proceso paralelo al crecimiento de las villas y ciudades a las que suministrar vino.

Los monasterios incrementaban su poderío económico y pronto esta prosperidad empezó a atraer a los señores laicos, nobles rurales o burgueses que también decidieron obtener tierras y subaforárselas a los labradores.

Del siglo XV al XVIII la vid sigue expandiéndose con la incorporación a la producción de la hidalguía rural de los pazos y de la burguesía urbana consiguiendo los vinos galaicos renombre internacional. El vino saldrá cada vez en mayor cantidad de los lagares gallegos para llegar a las tabernas, a las mesas de la burguesía de las villas y a los puertos, lo que favorece tanto el mercado interior como el exterior, principalmente con Inglaterra y Flandes.

Vino
Vino
Vino
Vino

Crisis y renovación

En el siglo XVIII, la economía del vino en toda Galicia se vio afectada por una profunda crisis. Ante los grandes males, empezaron a surgir los remedios. Los ilustrados comenzaron a proponer algunas ideas para mejorar el sector, como abaratar el transporte haciendo el río Miño navegable.

Pero en el siglo XIX, la innovación tecnológica se hizo indispensable tanto para combatir las plagas como para mejorar el margen de beneficio de los productores. Se transforman los modos de cultivar y de producir vino para combatir las plagas llegadas de América. Se introducen innovaciones en las viñas, con tratamientos que unen saber popular y agronomía científica. A mediados de este siglo, ante los ataques del oídio y el mildio, los grandes propietarios y los labradores con más recursos invierten en fuelles para el azufre y sulfatadoras para la aplicación del caldo bordelés. La llegada de la filoxera a finales del siglo obliga a sustituir cepas autóctonas por pies americanos, injertándoles variantes europeas.

A causa de las plagas, sobre todo de la filoxera, surgen nuevos marcos y sistemas de conducción a la hora de replantar que modifican el paisaje, más racionales y compatibles con la mecanización incipiente.

Crisis y renovación
Crisis y renovación
Crisis y renovación
Crisis y renovación

El siglo XX

A lo largo de este siglo se incorporan nuevas herramientas mecánicas, fitosanitarios y técnicas como el abono químico, se comercializan barbados y portainjertos y se aplican principios de la agronomía moderna que elevan el rendimiento. Comienza la mecanización del campo al tiempo que surge un movimiento social decisivo para el futuro de Galicia: el agrarismo, que dirigió, entre otras, la lucha contra los foros y facilitó la alfabetización de los viticultores y la introducción de novedades técnicas.

Tras la Guerra Civil Española se crean las cooperativas, una unión para paliar la mala situación en la que se encontraba parte de la Galicia agraria. La primera cooperativa creada fue la de Ribeiro del Avia, en Leiro en 1953.

También surgen las ferias del vino, como la Feria del Vino del Ribeiro en 1964, que favorecen el comercio de la maquinaria y de los fitosanitarios, evolucionando hacia el evento de carácter más lúdico y promocional de los vinos que es en la actualidad.

Desde finales de este siglo hasta la actualidad, las bodegas industriales coexisten con la viticultura familiar y la de autor. El minifundismo y el apego a la tierra dan paso poco a poco a la ampliación de la superficie de cultivo y a la aplicación de las mejoras técnicas. El futuro del sector pasa por el relevo generacional y la convivencia armónica de los diferentes modelos productivos con una apuesta decidida por las castas de uvas propias, una producción de calidad y la profesionalización de los bodegueros, que incorporan las últimas innovaciones técnicas.

Modernidad
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