V. Las enfermedades de la vid: La flavescencia dorada.

2 de Abril do 2023
Flavescencia dorada.

Conocida desde los años cincuenta del pasado siglo y originaria de América del Norte, la denominada como flavescencia dorada se trata de una enfermedad que se identificó por primera vez en territorio europeo en la región francesa de Armagnac. Pero habría que esperar hasta 1996 para descubrir los primeros focos en España en la región catalana de Alt Empordà (Girona). Su expansión en la actualidad es cada vez más notoria, haciendo peligrar los viñedos de ciertas regiones vitivinícolas del norte de Italia, del sur de Francia, Portugal, Alemania, Israel o Rumanía.

La transmisión de la flavescencia dorada es muy rápida al efectuarse mediante el contagio de las cepas a través de un insecto de muy pequeño tamaño, la llamada cicadela (Scaphoideus titanus). Existen dos vías de propagación de la misma, a través del transporte de materia vegetal procedente de plantaciones infectadas o mediante el desplazamiento del propio insecto volador entre dos áreas. Si no se actúa de inmediato las consecuencias pueden ser notables y provocar una drástica disminución de la producción y la parcial o total muerte de las cepas afectadas.

Durante el verano, sobre todo entre los meses de julio y agosto, los síntomas asociados a la flavescencia dorada son más característicos, visibles y fáciles de identificar, por lo que a continuación mencionaremos algunos de los más relevantes. Se produce un cambio característico en la coloración de las hojas según la variedad de uva (rojiza en variedades tintas, no siendo siempre uniforme, y amarilla en las blancas, pudiendo afectar incluso a los nervios de la planta). Las hojas se presentan enroscadas hacia el envés, dispuestas en forma de teja, con una sobreposición y ofreciendo unos granos de acentuada acidez. Por otra parte es notable observar un retraso en la brotación, y la desecación y necrosis de los racimos, con los sarmientos y con las hojas volviéndose combadas hacia abajo, asemejándose a un aspecto "desmayado", o incluso sufriendo en algunos casos una prematura defoliación.

No existe un único síntoma específico que permita el reconocimiento indiscutible de la flavescencia dorada en la vid, sino que es necesario observar varias señales al mismo tiempo para no confundir esta afección.

 

Imagen: Campo Gallego. Periódico digital agrario.