
El cultivo y el consumo de vino adquirieron desde la Antigüedad una especial relevancia en diversos ámbitos de la vida cotidiana, influyendo ya desde la Antigua Grecia en los aspectos económico, social y religioso. Las amplias cualidades nutritivas lo convertían en un producto esencial en la dieta diaria de la sociedad griega, servía a su vez para animar los banquetes y simposios de las clases más altas expresando cierta distinción y jerarquización social, tenía el añadido de poseer un carácter sagrado o devocional al formar parte de ritos religiosos, sacrificios y libaciones dedicados a los dioses, e incluso se empleó con fines farmacológicos.
Entre las distintas fuentes de las que disponemos para el estudio del vino la de la numismática no podía faltar. Las primeras monedas en ser acuñadas se remontan a mediados del siglo VII a.C., bajo el mandato de Ardis II de Lidia (Asia Menor) y estaban compuestas de una aleación de oro y plata. Sin embargo, su proliferación en Grecia vino marcada por el desarrollo comercial que se produjo por todo el Mediterráneo y el Egeo, lo que supuso un considerable aumento en la circulación de monedas con una variada iconografía vitivinícola.
Existe una gran diversidad en cuanto a tipologías y estilos dentro de la numismática griega, reflejando algunos de estos ejemplos un destacado dominio artístico. Las monedas cumplían una función propagandística representando a cada una de las poleis que las acuñaban y empleaban un lenguaje claro que permitiese identificar a dicha imagen con la polis de la que procedían. Entre ellas destacaron la Magna Grecia, Macedonia y Sicilia como las principales emisoras durante aquel tiempo.
Los temas seleccionados eran variados, siendo representados animales, plantas, seres fantásticos, mitos, etc.. Mas dado su valor como elemento de intercambio en las transacciones económicas algunas de las monedas representaban relatos muy concretos, como los de temática de índole agrícola que eran un buen testimonio de los recursos de los que disponía la propia ciudad, como la oliva, las espigas de trigo y, por supuesto, uvas, representadas tanto en escenas vitivinícolas o incluso reflejando la variedad específica que cultivaban. Es así cómo las monedas se convierten en una interesante fuente de información acerca de aquellos lugares donde se producía o comercializaba el vino.